lunes, 14 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. capitulo 11

XI

- ¿Qué?- Esto es demasiado, no puedo dar crédito a lo que acabo de oír.- ¿Cómo que matarlo? No puede hablar en serio.
- Totalmente en serio. Si queremos acabar con esta carnicería sinsentido tenemos que acabar con él cuanto antes.- El viejo se vuelve y emprende el regreso hacia la casa; se va desabrochando la camisa. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia.
- ¡Pero es su nieto!
- Lo era. No te equivoques; ahora no es más que un depredador terrible que matará todo lo que pueda hasta que alguien acabe con él. Y ese alguien debemos ser nosotros, para mantener nuestro secreto a salvo.
- Dios mío, lo dice en serio. Va a sacrificar a su sangre para que su secreto continúe siéndolo.
- Mira, a ti te parece algo horrible, para mi es un sacrificio necesario. No acabas de entenderlo, esa bestia ya no es mi nieto; si le dejara me mataría. Otros como él son los que han dado origen a las leyendas de los hombres lobo. Monstruos salvajes devoradores de hombres. Pero esas leyendas ahora son cuentos para niños y es mejor que siga así. ¿No te das cuenta? Si se supiera que existimos realmente, cundiría el pánico en la zona. Y después el odio. Nos harían la vida imposible. Tendríamos que huir continuamente para evitar que acabasen con nosotros y no podríamos cumplir con nuestro propósito. Sería una desgracia horrible para la humanidad si finalmente no estuviéramos nosotros para enfrentarnos a la oscuridad.- Estamos llegando a la casa y mi acompañante ya está totalmente desnudo.
- Pero, aún así…
- Nada de peros. Es necesario hacerlo. Cuando me transforme sube a mi espalda y agárrate con fuerza, te llevaré.
            Antes de que pueda replicar nada cambia de forma con una facilidad pasmosa y tengo ante mí a un enorme lobo gris, bastante más grande que sus parientes; se nota que es el jefe del clan. Me fijo en la multitud de cicatrices que recorren su cuerpo bajo el pelaje, no las ví cuando era humano, pero supongo que estaban ahí. El lobo se acerca a mí y se sienta, me hace un gesto con la cabeza, quiere que suba.
- Esto es totalmente absurdo- le digo al lobo- no entiendo de que voy a serviros yo en esto. Soy un tío normal, no puedo transformarme en nada y ahora mismo estoy acojonado porque estoy hablando con un lobo  que seguramente es el doble de alto que yo.
            El lobo frunce ligeramente el ceño y vuelve a mover la cabeza. Está claro que no va a aceptar un no por respuesta, así que subo a su grupa, o espalda, o lo que sea y me agarro al pelaje con todas mis fuerzas. No es suficiente. Casi me caigo cuando emprende la carrera; tiene una aceleración brutal y en carrera su velocidad es muy alta, mucho más que la de un lobo normal, más que la de cualquier animal que conozca. Tengo que agarrarme con todas mis fuerzas a su pelaje mojado por la lluvia, y me inclino sobre su lomo cuando una rama baja está a punto de arrancarme la cabeza. Empiezo a rezar para que el lobo se acuerde de que me lleva a su espalda y no me deje estampado contra una rama a mitad de camino; sin embargo antes de acabar mis oraciones llegamos a nuestro destino.           Estamos en la cima de una pequeña montaña de la denominada sierra del Candan y al fondo en un pequeño valle se pueden ver los restos de dos o tres casas; debe de ser la pequeña aldea abandonada a la que se refería mi montura, pero más que pequeña es minúscula y está totalmente rodeada por montañas. Es una jodida ratonera y dentro se encuentra el ratón más grande del mundo. Con dificultad, debido a la lluvia, lo veo moverse a lo lejos, entre las sombras de las pocas paredes que quedan en pie. Sabe que está rodeado.
- Es curioso que todo vaya a finalizar aquí.- me dice el señor Breogan, con una voz gutural, ahora está en una forma intermedia, un autentico hombre lobo.
- ¿Por qué lo dice?
- Ahí abajo, en Grovas, fue donde se iniciaron las leyendas del lobisome gallego. Hace más de siglo y medio esa pequeña y aislada aldea empezó a sufrir los ataques de un animal salvaje que mataba el ganado. Los perros de la zona huyeron de un día para otro, luego empezaron las desapariciones. Gente que salía a por leña o a por agua y no regresaba. Y además estaban los zarpazos en las puertas de las casas y en las paredes de piedra, como si algún animal intentara entrar. Comenzaron los rumores e incluso hubo quién aseguró haber visto al lobisome. Y, de pronto, igual que empezó, acabó todo. Pero ya dio igual, la aldea empezó a tener fama de maldita, de embrujada, y la gente acabó yéndose de allí.
- ¿Cómo pudo acabar de pronto? ¿Qué ocurrió realmente?- Pregunto, imaginando ya la respuesta.
- Ocurrimos nosotros. Al igual que ahora, perseguimos al monstruo y acabamos con  ella.
- ¿Lo conocían? ¿Era alguien del clan?
- Mi hermana pequeña.- Se me hace un nudo en el estomago al ver la expresión de dolor en su rostro al pronunciar las palabras.- Se volvió loca por completo; ya había matado a media docena de personas cuando por fin acabamos con ella.
- Lo lamento mucho.
- ¿Por qué? Era lo que había que hacer.
- Ya, pero su hermana peque…un momento, ¿su hermana?; cómo es eso posible, si usted es normal, quiero decir, normal para lo que son ustedes.
-Mejor no quiera saberlo, todo el clan sufrió mucho por aquello.
- De acuerdo. Otra cosa, antes de continuar; eso ocurrió hace mas de cien años según usted mismo me ha contado, así que dígame ¿qué edad tiene usted?
- Ciento ochenta y cinco años. Los cambia formas somos muy longevos. Mi padre, Leukón, está cercano a los trescientos años.
- Asombroso.
            El hombre lobo sonríe, bueno, abre la boca enseñando los dientes en algo que remotamente podría parecer una sonrisa.
            De pronto, de entre los arbustos que hay a mi derecha surge otro hombre lobo, idéntico al que tengo a mi lado, pero no tan corpulento. Habla con la misma voz gutural que el señor Breogan.
- Señor Plata. Padre.- Saluda, mirándome con extrañeza- Lo tenemos rodeado, no tiene por donde huir. Padre, ¿qué hace el aquí?- Dice señalándome con un gesto de la cabeza.- Esto es asunto nuestro.
- Déjate de tonterías. Esto es mucho más grave de lo que imaginas, Iñigo, y el señor Plata ha sido enviado para ayudarnos; así que no rechazaremos su ayuda.  
- No, no, no se confunda. Yo recibí el encargo de averiguar que le ocurrió al difunto señor Fontán y eso he estado haciendo. Nadie me dijo nada de ayudar a matar a un hombre lobo.
- Nadie te dijo nada porque no hacía falta. Creía que eras lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que tu encargo no era solo descubrir que iba mal sino también arreglarlo. Vas a ayudarnos, pero no te preocupes, no correrás peligro.
- Rodeado de hombres lobo y atacando a otro de vuestra especie que además se sabe acorralado. Explíqueme mejor eso de que no voy a correr peligro.
- El colgante.
- ¿Qué?
- Tu colgante- dice el enorme hombre lobo que es ahora Arturo Breogan echando mano al colgante que me envió el señor J.- Es un amuleto protector; nos representa a nosotros y está forjado en plata. Esa bestia no podrá atacarte aunque quiera, y vamos a aprovecharnos de eso.
- Explíquese.
- Sabe que vamos a bajar a por él y está preparado para eso, no podemos sorprenderle. Aunque la situación del terreno le es desfavorable en su actual estado es mucho más fuerte que nosotros, si atacamos directamente nos arriesgamos a sufrir varias bajas antes de poder acabar con él. Lo que haremos será bajar lentamente, dejando que nos vea, cuando se dé cuenta de que vienes con nosotros te atacará para intentar huir, pero cuando compruebe que no puede eso lo distraerá durante unos segundos que nosotros aprovecharemos para caerle encima y acabar con él.
- No me gusta nada su plan. Joder, voy a ser un puto señuelo. Soy el cebo de la trampa, y al cebo siempre se lo comen.
- Tranquilo, te repito que el amuleto te protege; no podrá atacarte por mucho que quiera.
- Ya, ya. ¿Y eso él lo sabe?
- No hace falta que lo sepa.
- ¿Sabe una cosa? No me está ayudando nada a tranquilizarme. Me siento como una oveja atada a un palo que ve venir al lobo, nunca mejor dicho.
- Mira, si te sientes más seguro te recuerdo que llevas un arma.
- Sí, claro, como si fuera a servir de mucho. La munición no es de plata.
-¿Y? ¿No creerá usted en esas tonterías de que solo se nos puede matar con balas de plata?
- Pues…
- Es mentira. Forma parte de las leyendas. Se nos puede matar con una bala normal, pero bien dirigida. O con un arma blanca muy afilada. Debes tener en cuenta que nuestras heridas cicatrizan muy rápidamente; si no lo matas del primer disparo lo cabrearas mucho.
- Vale, eso si que me tranquiliza, muchas gracias.
- No te preocupes, no creo que llegues a utilizarla.  Muy bien, escucha, tu bajaras por aquí, tienes el viento a favor, así le será más difícil oler el colgante. El resto de la familia bajaran rodeándole, dejándose ver, y yo iré detrás tuya oculto, procurando que no me huela. Cuando llegue el momento intentaré ser yo el que se ocupe.
- ¿Cómo que lo intentará?
- Van a ser momentos de mucho barullo y confusión, nunca se sabe con certeza lo que puede pasar.
- De verdad, déjelo, no siga intentando tranquilizarme. No funciona.
- Bien, veo que por lo menos el sentido del humor no lo ha perdido. Eso es buena señal. Adelante, no lo retrasemos más.
            Nos ponemos en marcha. Mientras inicio el descenso veo como el clan ha cambiado de nuevo a forma lobuna y bajan al descubierto, para que el otro pueda verlos perfectamente. Me giro para comprobar que don Arturo viene detrás mío, pero no consigo verle, los arbustos son cada vez más altos y junto con la lluvia limitan mucho la visibilidad. Continúo bajando despacio y mientras me interno en una zona boscosa observo como los lobos han emprendido un ligero trote en el descenso; de pronto me encuentro entre sombras, el cielo cubierto por las copas de los árboles, robles y castaños principalmente, como en toda esta tierra; me detengo un momento mientras mis ojos se acostumbran a la penumbra repentina. De pronto oigo un ruido procedente del fondo del bosque, algo mas abajo, ramas partiéndose y saltando por los aires. Ya viene. Desenfundo mi arma y me preparo. Pero entonces oigo algo que no esperaba oír en este momento: disparos. Varias detonaciones a lo lejos seguidas de aullidos y gruñidos cercanos. Ese momento de distracción ha sido muy inoportuno porque cuando me recupero del sobresalto tengo al lobo ante mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario