martes, 8 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. Capitulo 9

IX

            Delante de la casa hay un grupo de gente reunida, escuchando las noticias que les trae el muchacho, Cesaro. Hombres, mujeres y niños escuchan con atención. Cuando acaba de hablar, un hombretón enorme, de unos sesenta años, alto y fibroso como un roble, con una gran melena gris toda alborotada, al igual que la barba empieza a repartir órdenes y todos se ponen en marcha a la carrera. Entonces me ven. Se quedan quietos, como paralizados y retroceden despacio hacia la casa. El hombretón se adelanta y viene hacia mí. Parece preocupado.
- Buenos días señor…Plata. Ha elegido un nombre curioso. Le estábamos esperando, aunque me temo que las noticias que nos ha traído no son nada buenas.- Me estrecha la mano con tanta fuerza que creo que me la ha roto.
- Buenos días.
- Perdone, no me he presentado. Soy Arturo Breogan y esta es mi familia.- me dice mientras hace un gesto con el brazo hacia los demás. Cuento trece adultos y cinco niños de distintas edades.- Esa mocetona de ahí es mi mujer Moira- la “mocetona” en cuestión es una pelirroja de edad indefinida, una madurita interesante, de mirada sensual y cuerpo de monitora de fitness.- Creo que a mi padre ya lo conoce- continua, girándose hacia el  extraño anciano de ayer- se llama Leukón y los que están a su lado son Iñigo, mi hijo mayor, y Elba- el hijo es una versión más joven del padre, mismo cuerpo, mismo rostro e idéntica melena, algo más oscura y no tan desordenada, también lleva la barba más cuidada; en cuanto a la mujer, decir que es impresionante es quedarse corto. Es alta, muy alta, y ancha de espaldas; lleva una falda larga hasta los tobillos con una abertura lateral desde el muslo y un chaleco abierto por encima de una camisola blanca con las mangas remangadas que dejan entrever unos brazos muy musculosos; la larga melena pelirroja la lleva recogida en una trenza que le llega hasta la cintura. El señor Breogan prosigue con las presentaciones- Aquel es mi hijo pequeño Tristán y detrás está su mujer Kara- El joven pelirrojo tendrá unos treinta años y es algo más delgado que su hermano mayor, pero no mucho. Tras el hay una pequeña mujercita rubia de pechos generosos y anchas caderas que sostiene en brazos a una niña pequeña.- La pequeñaja es Mabel, la más jovencita de todos mis nietos. Y estas de aquí son mis hijas Nicer y Alda con sus maridos Brais y Caro. Las dos mujeres son versiones jóvenes de la madre, altas, pelirrojas y muy sensuales. En cuanto a los hombres, los dos parecen cortados por el mismo patrón, fuertes, estatura media, pelo negro muy corto y ojos de un azul intenso; parecen hermanos.
- Y ya por último- prosigue el señor Breogan tras una breve pausa- le presento a mis nietos. El mayor, Arturo, y su hermana Nunn, luego están Ginebra, Cinnia, Mabel, creo que ya conoce a Cesaro- señala con la mano al muchacho que me ha traído aquí- y esos jovencitos son sus hermanos Lubbo y Moira. Tendrá que disculpar a mi hija Elvia y a mi nieto Clutos pero están ausentes- mientras dice esto sus ojos se ensombrecen y me fijo en que los demás bajan la mirada.    
            Tras las presentaciones tengo una pregunta rondando la cabeza, empiezo a tener una ligera sospecha de a qué podría referirse y no me gusta nada la idea.
- Encantado de conocerles, tiene usted una gran familia señor Breogan, pero dígame ¿Por qué me ha comentado antes que las noticias que traía no eran buenas? Debería por lo menos suponer un alivio saber que han herido a uno de los lobos.
- Al contrario, amigo mío. Y llámame Arturo, por aquí nadie me llama señor. Pero creo que para que lo entiendas bien, primero debemos mostrarte otra cosa. Debes conocer la verdad, de lo contrario no creo que puedas ayudarnos.
- ¿Ayudarles a qué?- Estoy desconcertado, no entiendo a donde quiere llegar.
- Luego. Ahora observa; Arturo, haz el favor.- Dice dirigiéndose a su nieto, mientras le hace un gesto con la mano.
            El muchacho se acerca a nosotros mientras se despoja de la camiseta y, a continuación, de los pantalones. Se queda desnudo delante nuestro y entonces empiezan las convulsiones. Y mientras se confirman mis sospechas tiene lugar el cambio; le crece pelo por todo el cuerpo, sus manos se transforman en garras, su boca se ensancha y se estira transformándose en un enorme hocico mientras sus orejas se desplazan hacia arriba y se van volviendo puntiagudas, todo ello mientras aumenta considerablemente de tamaño. Cuando termina tengo ante mí a otro enorme lobo, este con el pelaje rojizo, pero el mismo aspecto amenazador que los otros que he visto hasta el momento. De repente se levanta y se pone a dos patas, solo que no son patas, son piernas; es un hombre lobo, un lobisome. Sin pensarlo un instante hecho mano a mi arma, pero antes siquiera de poder apuntar tengo las fauces del animal a escasos centímetros de mi cara y un gruñido sordo sube por su garganta.   
 - ¡Arturo, basta! No lo asustes más. Debes disculparlo, señor Plata, pero comprende que no nos gusta que nos apunten con un arma.
            El lobisome da un paso atrás y, sin quitarme un ojo de encima, se transforma en lobo y se sienta tranquilamente delante de mí.
- Entonces son ustedes. Han sido ustedes desde el principio. Todo el mundo confiando en que ustedes darían caza a los lobos, y eran ustedes. Malditos sean. Tendría que acabar con todos ahora mismo.
- Si te tranquilizas un poco, trataré de explicarte el asunto; a fin de cuentas por eso estás aquí. De entrada déjame que te asegure que estás entre amigos, no tenemos intención de hacerte el menor daño.
- ¿No? ¡Y, claro, tampoco tenían intención de hacerle daño al señor Fontan, o al ingeniero, Quintero, o a los verdes que han atacado esta noche mientras dormían! ¡Son unos asesinos! Y no se atreva a negarlo.- Lo que estoy haciendo es una locura, gritándole así, pero ya no puedo contener por más tiempo toda la frustración y la rabia. Aprieto los puños y por un instante estoy tentado de plantarle un gancho en los morros, pero un gruñido a la altura de mis pelotas me hace cambiar de idea.     
- Cálmate, por favor. Has venido a investigar lo que ocurre aquí a petición del señor Jericó, ¿me equivoco?
- ¿Cómo sabe usted eso?- Esto es de locos, ¿de que conocen al señor J?
- Bueno, para empezar ese colgante que llevas, la mascara del lobisome, tiene su olor y es típico en él utilizar este tipo de truquitos. Y también es típico de él mandar a sus ayudantes a la boca del lobo, y perdona por la broma, sin darles ninguna información acerca de lo que se van a encontrar. Le gusta que aprendan a desenvolverse por sí mismos. Verás, nosotros también somos asociados del señor Jericó, por así decirlo. Es un viejo conocido de la familia.
- Mierda. Pero ustedes son…
- Sí, lo somos. Todos nosotros.
- Y no fueron los que…?
- No, ninguno de los que estamos aquí. Pero ese es el problema. Es uno de los nuestros, por eso vamos a necesitar tu ayuda.
- No le comprendo.
- Acompáñame, señor Plata. Demos un paseo mientras te lo explico todo.- Me agarra con suavidad del brazo y nos dirigimos al bosquecillo que hay tras la casa. Cuando estamos frente a la entrada se detiene.
- Discúlpame un momento.- Se gira un momento mirando al resto de la familia hace un ligero asentimiento con la cabeza y entonces todos se ponen en movimiento al unísono. El viejo, Leukon, guía a los niños al interior de la casa y, una vez dentro, cierra la puerta. Mientras tanto los adultos se desnudan, guardan sus ropas en unas pequeñas mochilas y las cargan sobre sus espaldas mientras se transforman y entonces salen corriendo, se dividen en grupos de tres y se separan.
- ¿Adonde van? ¿Qué ocurre?- No me gusta nada lo que acabo de ver, divididos en grupos pueden causar aun más daño.
- No te preocupes amigo, salen a cazar.
- ¿Cómo?
- Mira, van a localizar el rastro del asesino, luego lo perseguirán e intentaran acabar con él. No te preocupes, no tienen intención de hacer daño a nadie.
- Pero, pero, los aldeanos si podrían hacerles daño a ellos si los ven.
- Tú lo has dicho. Si los ven. Tenemos un olfato muy fino, podemos oleros a kilómetros de distancia, sería muy difícil que pudieran acercarse lo suficiente como para ver a alguno de nosotros. Además somos rápidos, mi hijo Iñigo y su grupo ya están rastreando la zona de la matanza de esta noche en La Madalena y Tristán y Brais están llegando a Folgoso para seguir el rastro que encontramos ayer.
- Increíble. ¿Pero como lo sabe?
- Porque los huelo. Además, cuando nos transformamos tenemos una especie de conexión animal entre nosotros.
- ¿Conexión animal?
- Bueno, no se como explicarlo; es como si nuestros espíritus pudieran unirse, así podemos saber donde están y que hacen los otros miembros del clan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario