lunes, 21 de noviembre de 2011

Os Lobos de Montes. Capitulos 12 y 13.

XII

Es aún más terrorífico que la primera vez que lo vi. Tiene el pelaje sucio, con innumerables costras de barro y sangre pegadas por todas partes; le falta parte de la oreja izquierda y tiene una fea cicatriz consecuencia de un zarpazo recorriéndole la cara, parece que finalmente su madre tuvo que emplearse a fondo. Lo único que no ha cambiado en absoluto son esos ojos negros, son como un pozo a la locura de su mente. Se acerca lentamente, se acuerda de mí, sabe que conseguí escapar y no parece dispuesto a dejar que se repita. Me llevo la mano al cuello y saco el amuleto para que lo vea y lo huela. Se detiene por un instante y luego continua su lento avance hacia mi como si nada. Es por el viento, lo tiene en contra y por eso no lo huele, pero debería verlo. Tendría que ser suficiente; incluso aunque no lo viera debería sentirlo, es algo mágico, no físico. A menos que me hayan engañado. El lobo sigue avanzando, fauces abiertas, labio superior retraído; se dispone a atacar de un momento a otro. ¡Me cago en la puta! ¡Me ha mentido! ¡El muy cabrón me ha mentido a la cara y se ha quedado tan ancho! Si salgo de esta le voy a patear su culo peludo desde aquí hasta su puta casa. Si salgo de esta. Tengo al lobo a escasos metros de mí, puedo incluso oler su aliento apestoso a sangre y carne en descomposición, los restos de su última comida.
            Salta hacia mí con las patas delanteras extendidas y abriendo las fauces. En ese momento disparo sin pensar, no se hacia donde, no me ha dado tiempo de apuntar. El lobo suelta un gemido y cae al suelo. Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración  y suelto todo el aire en un suspiro de alivio, pero el lobo empieza a incorporarse de nuevo y un gruñido gutural y salvaje, de rabia, me hiela la sangre en las venas. Mientras se da la vuelta lentamente y cojeando ligeramente de la pata delantera izquierda echo a correr monte arriba intentando encontrar a Arturo. No está por ningún lado, el muy cabrón. Miro hacia atrás y lo tengo pegado a mí; me tiro al suelo en el instante en que lo veo saltar y desde el suelo veo como pasa sobre mí. Disparo dos veces más mientras el lobo aterriza a cinco metros de mí. Fallo estrepitosamente, cegado en parte por el polvo y la hojarasca que acompañaban al lobo durante el salto. Me incorporo y sigo corriendo, esta vez en zigzag, recuerdo haber visto algún documental donde los conejos conseguían escapar de los lobos corriendo de esta manera; claro que los conejos son más rápidos al sprint que los lobos y eso también influye. Yo no soy tan rápido como este monstruo ni de lejos, lo comprendo cuando noto como una de sus zarpas impacta en mi costado lanzándome por los aires varios metros. Aterrizo entre unos arbustos más altos que yo. Creo que me ha roto varias costillas, me cuesta respirar y escupo sangre; eso no es buena señal. Asoma la cabeza entre los arbustos y en ese momento, como no se me ocurre otra cosa, le escupo toda la sangre que tengo acumulada en la boca cegándolo momentáneamente; me lanza un bocado a la desesperada que consigo esquivar de milagro y le respondo con una patada en el hocico. Lanza un gañido de dolor y se retira; aprovecho para incorporarme como buenamente puedo y echo a correr. Bueno, lo intento, porque mis costillas no me dejan, así que voy renqueando monte arriba y cada vez me cuesta más respirar. Estoy jodido.
            Ahí viene de nuevo. Oigo su respiración entrecortada mientras se acerca, creo que al menos le he herido. Bien. Que se joda. Encima no se lo iba a poner fácil. Cuando lo veo venir entre los arbustos levanto el brazo y... no tengo nada. ¿Dónde coño está mi arma? Me cago en…Un momento, ya recuerdo, la tengo en la otra mano, se me cayó al golpear con los arbustos en mi caída y no se como conseguí recogerla al salir de allí. La cambio rápidamente de mano mientras veo como sus fauces se lanzan hacia mi cuello, todo ocurre a cámara lenta, me echo hacia atrás y disparo mientras caigo, veo como un chorro de sangre sale por la parte posterior de su cuello y caemos; yo contra el suelo pedregoso y el lobo encima mío. Joder como pesa, me está aplastando, esto no va a beneficiar en nada a mis costillas rotas. Intento pedir auxilio pero no consigo reunir aire suficiente para gritar. El lobo empieza a moverse, maldición ¿no te vas a morir nunca maldito engendro? Trata de incorporarse sobre sus patas delanteras, pero no le responden, creo que el disparo le ha destrozado la columna, pero solo es cuestión de tiempo que se recupere, ahora intenta girar su descomunal cabeza para acercar sus fauces a mi cara. El muy hijo de perra quiere acabar conmigo como sea, pues no le voy a dar esa satisfacción; tengo el brazo atrapado entre nuestros cuerpos y apenas puedo moverlo pero empiezo a desplazarlo muy despacio hacia fuera mientras el mueve lentamente la cabeza. Parece una carrera a cámara lenta, su cabeza contra mi brazo. La carrera de la muerte, por suerte la gano yo. Saco el brazo, lo apoyo fuertemente contra su cabezota y disparo. Una lluvia de sangre y sesos me salpica por completo el rostro, el pelo, el cuello, todo. Cada vez me cuesta más trabajo respirar; levanto el brazo y disparo al aire. Vacío el cargador y rezo por que alguien, hombre o lobo, oiga los disparos.

XIII

            No se cuanto tiempo llevo inconsciente cuando me despierto, muy lentamente, entre una especie de bruma que lo cubre todo. Mi cerebro parece gelatina y mi cuerpo un saco de boxeo, me duele todo; me duele hasta pensar. Intento incorporarme pero desisto rápidamente lanzando un gemido de de dolor. No sé donde estoy, aun no veo con nitidez, pero el sitio me resulta familiar.
- Por fin despertaches rapaz. Xa comezabamos a preocuparnos.- Vale, ya se donde estoy, esa voz de cazalla con ese tonillo de sorna soterrada son inconfundibles.
- Hola doña Basilia. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
- Que educado. Non te preocupes rapaz, solo levas aquí dende onte pola tarde.
- No he entendido nada, aun me duele horrores la cabeza.
- Tsch. Digo que llevas aquí desde ayer por la tarde. Tuviste suerte de que te encontrara la familia de Arturo.  Si te hubieran encontrado los otros, los cazadores, ahora estarías en un buen lío.
- ¿Qué tuve suerte dice? Me han mentido, me han utilizado como señuelo, casi me mata esa bestia, pero he tenido suerte. No me joda, señora.
- Aun estas vivo ¿no? Y además no vas a tener que responder a ninguna pregunta incomoda del estilo de que hacías en medio del monte junto al cadáver de un chaval de doce años con un disparo en la cabeza y otro en el cuello. ¿Te parece poca suerte?
- Bueno, visto así, no ha ido mal la cosa. ¿Y los Breogan? ¿Cómo están?
- Lamiéndose las heridas. Esos puñeteros aldeanos consiguieron acercarse demasiado; se untaron el cuerpo y las ropas con una mezcla que ocultaba su olor. Se dieron cuenta justo a tiempo, pero tuvieron que hacer una maniobra de distracción para darle tiempo a usted de acabar con el pequeño Clutos.
- ¿El pequeño Clutos? Ese hijoputa monstruoso casi me mata.
- Casi. Y usted lo ha matado a él. Creo que ya están en paz. Y el pobre muchacho no se merece que hable así de él, no pienso permitírselo, lo que ha ocurrido no es culpa suya.
- No, es culpa de su familia por permitirlo. Deberían haberlo matado cuando nació, si sospechaban que esto podría suceder, tendrían que haberlo hecho.
- Es fácil hablar así cuando no tiene usted que tomar esa decisión. Pero dígame, si fuera su hija, ¿sería capaz de hacerlo?
            Me vienen a la memoria imágenes de mi pequeña, tan dulce e inocente, con esos ojazos que parecen iluminar el mundo, que no quieren perderse nada, esas manitas inquietas…
- No. No podría, tiene razón. Le pido disculpas.
- No es a mí a quién debe pedírselas sino a ellos. Han perdido a uno de los suyos y varios han resultado heridos en el enfrentamiento con los cazadores. En cuanto se encuentre un poco mejor debería ir a verlos.
- Sí, es cierto. Pero aun estoy hecho polvo. Clutos me partió varias costillas y me ha dado una paliza soberana.
- ¡Bah! Tonterías. Ya me estoy ocupando de eso, creo que esta noche ya podrá levantarse y mañana estará como nuevo. Ahora tómese esto y descanse.- dice alargándome un tazón lleno hasta el borde de un liquido verdoso.
- ¿Qué es? ¿Me curaré con esto?- Aun no me fío demasiado de la bruja.
- Claro que sí, es caldo de grelos, la mejor medicina que hay por estas tierras- y suelta una carcajada que me da escalofríos.  

            Al día siguiente estoy recuperado, prefiero no preguntarle a la bruja como lo ha hecho, así que voy a ver a Arturo y a su familia. No es fácil, pero tengo que hacerlo. Me han mentido y me han utilizado como verdugo y casi muero por culpa de sus mentiras. Quiero saber por qué. También quiero que me expliquen que cojones pasó allá arriba con los cazadores, como es posible que se acercaran tanto sin que se dieran cuenta. Y que ha pasado con Clutos. Y que va a pasar con las batidas de caza, que pasará con la gente.
            Finalmente consigo respuestas, pero ninguna satisfactoria. Me necesitaban para matar a la bestia porque sabían que ellos no serían capaces, Arturo sabía que no tendría fuerzas para repetir lo que tuvo que hacer con su hermana. El colgante sirve tan solo para identificarte como aliado de los cambiapieles, pero no es un amuleto protector, me lo dijeron solo para darme algo de confianza. Y los cazadores; los cazadores no recordaran nada, de eso se encarga la abuela Basilia, en el fondo esa mujer me da más miedo que los lobos, ¿Cómo sabía que tengo una hija pequeña? Al final no caí en preguntárselo.
            Dejo atrás Soutelo de Montes y en pocos kilómetros habré salido de Terra de Montes, una de las zonas más bellas de Galicia. Sus pueblecitos, sus gentes, sus bosques y prados, no creo que los olvide nunca. Tampoco olvidaré que es el segundo sitio donde casi pierdo la vida.
            Voy subiendo hacia el alto del Paraño, el puerto de montaña más cercano, que me llevará lejos de aquí, hacia Orense y luego a casa. Las echo de menos, a las dos. Mucho más de lo que creía.
            Suena el teléfono, un mensaje. Del señor J. Mierda, más trabajo, este hombre no entiende que los demás necesitamos desconectar del trabajo de vez en cuando. Dice algo sobre varios pueblos donde han aparecido cuerpos quemados, no entiendo el resto del mensaje, solo consigo medio entender la última palabra, tarabis, taranis, tarapis, algo así. Sea lo que sea tendrá que esperar unos días. Necesito acabar de recuperarme y ver a la familia.


FIN

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